martes, 25 de mayo de 2010

143. CALLE MAYOR 22. Logroño, España

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De unos meses a esta parte todo el mundo habla de los especuladores. Cuando yo empecé a oír noticias, los malos de verdad eran los judeo-masónicos, pero cuando me inicié en el trabajo de arquitecto, nuestros malos particulares ya eran los especuladores. Un especulador era un tipo que tenía un solar y que quería que le sacaras el máximo aprovechamiento posible. La Administración de la Arquitectura se movilizó entonces creando normativas de habitabilidad para combatir a seres tan deleznables, pero como esas normas ponían más acento en la guerra contra el especulador que en la propia arquitectura, empezaron a salir unos espantajos que aún asustan a todo un hombre tan sin miedo como yo.

No debieron alarmar tanto a los arquitectos de la época porque nadie ha dicho nunca nada de estos engendros ni del arte de quienes los hicieron, y ahí están aún. En la Guía de Arquitectura de Logroño decía al pasar por delante de uno de ellos que era una perlita para el entonces LHD (aunque mi mente ya debía de estar pensando en Cascotes) y hoy cumplo con la expectativa que dejé en la pag. 65 de ese maldecido libro.

La imagen de arriba es la del plano de fachada del proyecto, que a pesar de tener un vuelo poco tradicional en la zona, no asusta mucho. Cuando se construyó, entre 1966 y 1969 tampoco debió de llamar mucho la atención porque se insertó entre las casas que se pueden ver en esta foto de la época:



Pero cuando yo hice las fotos para la Guía, las casas vecinas se habían caído y dejaban ver las entretelas del engendro:




No contuve mi curiosidad y pedí los planos de la casa en el Archivo Municipal, y esta es la “satánica” planta que me encontré:



No entiendo mucho de las normativas que deben estar tramando nuestros gobiernos múltiples y variopintos para combatir a esos especuladores malignos de la economía global, pero como sean como las que tomaron los redactores de normativas arquitectónicas anti-especulación contra los especuladores de mis tiempos y las interpreten arquitectos similares, es posible que el mundo en su conjunto se vuelva más o menos como esta casa, es decir, como este Cascote de casa.

Animo y a por ellos, ¡que son pocos y cobardes!

martes, 18 de mayo de 2010

martes, 11 de mayo de 2010

141. CASAS COLGANTES EN OCAÑA, Toledo.

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Gracias a un arquitecto de prestigio llamado Ocaña, Ocaña ya está en el mapa. Le ha pasado lo que a Bilbao con Ghery (aunque Gehry no tuvo la suerte de llamarse Bilbao). Alcalde, si quieres que tu ciudad esté en el mapa lo mejor es acudir a la Arquitectura de Prestigio.

Ocaña estaba desapareciendo del mapa porque a la Plaza Mayor le metieron tal rehabilitación que la dejaron como nueva.



Y asomándose al barranco hay un edificio que se llama la Casona que compite con la plaza en modernidad.




Lo dicho, desaparecida en combate.

Pero como Google Earth se las sabe todas, me ha localizado Ocaña antes de que hubiera pasado por allí el susodicho arquitecto, que a mayor gloria del pueblo recién aparecido, también se llama Ocaña. (Que se anden cuidado en Bilbao porque ya hay mapas en que se llama Gehry).



El edificio de Ocaña que ha puesto a Ocaña en el mapa no estaba aún construido. Las revistas especializadas dicen que está en la carretera de Yepes, que es totalmente plana, por lo que era el solar ideal para hacer casas colgantes.



Toda esta información y mucha más la podéis encontrar en el blog y los links que facilita mi corresponsal San Agustín, el sabio.

Pero nada como ir a Ocaña en cuanto podáis. Porque el tal Ocaña no solo se ha cuidado de ponerlo en el mapa con su Arquitectura sino que también ha puesto chicas guapas. No hay pérdida.

martes, 4 de mayo de 2010

140. CENTRO PARROQUIAL EN ALMAZAN, Soria.

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Conocí a Javier Bellosillo Amunategui en una fría tarde de invierno de finales de los ochenta, siendo yo arquitecto municipal de Nájera. Estaba él de visita de obra en el Monasterio de Santa María la Real y sin tener apenas noticia del personaje que ya era o quería ser, me presenté en la obra para saber lo que iba a hacer allí (los proyectos del Patrimonio Nacional no pasaban por el Ayuntamiento/ doctores tiene la Iglesia). En la nave alta del claustro donde nos encontramos hacía un frío que pelaba. No recuerdo si él fumaba, creo que sí, pero lo que es seguro es que en mi recuerdo le veo aún con el aliento blanco, bien por el humo o la congelación, vestido con una pelliza marrón claro de las que se llevaban por entonces. Mientras yo titiritaba y me acurrucaba en mi anorak, él me hablaba pausadamente, con la pelliza semiabierta, de las excelencias de su Arquitectura o de la Arquitectura en general como si el frío no fuera con él. Rápidamente me di cuenta de que estaba chiflado, es decir, que sólo al calor de la chifladura de una religión se podía ignorar la gélida atmósfera en que se desenvolvía nuestra conversación.



Cuando se inauguró su obra en Nájera, nadie entendió para qué servía aquello y se empezó a llenar de polvo. Yo la solía visitar de vez en cuando con algún administrativo del Ayuntamiento para hacer unas risas sobre lo locos que podíamos estar los arquitectos o lo torpe y frívolo que era el Estado: sólo tras una empanada de lecturas se podía hacer una quijotada así; sólo una administración pública proclive ya al despilfarro podía pagar una cosa tan esperpéntica.


Con la polémica (mínima en estos casos), el personaje Bellosillo empezó a crecer, y por la prensa especializada supe que en Almazán había conseguido construir otra especie de locura arquitectónica, esta vez para la Iglesia: un centro parroquial en las afueras del pueblo.


Cuando fuí a verlo, en julio de 1997, era yo Decano del Colegio de Arquitectos de La Rioja y habían pasado una decena de años de aquella tarde con el arquitecto. Es decir, que aquella ternura con la que veía la chifladura de Bellosillo había empezado a desaparecer, y a lo que fui a Almazán era a ver sus productos, o sea, sus Cascotes.


 No hice muchas fotos porque los positivados en color de las cámaras analógicas eran caros, pero al menos conseguí captar la desolación del lugar, lo perdidas de escala que estaban aquellas pretenciosas esculturas arquitectónicas, lo sucios que estaban todos sus rincones, el nulo cuidado a que habían invitado, el chirriante contraste entre los viejos objetos religiosos y el tenebroso hormigón, la tontuna en la literalidad de las citas de Carlo Scarpa en un pueblo de Soria, etc. etc. Como viajé con mi mujer y mis hijas, no era cosa de dramatizar y preferí divertirme: poner la sonrisa de Rosalía entre la ruinas de “mi” Arquitectura o dejar que las hijas entendieran los edificios de Bellosillo como un parque infantil.



Lo divertido del caso, o aquí sí que debería decir lo dramático, es encontrar ahora a arquitectos que tratan de comparar un lugar así con la acrópolis de Atenas (será por la ruina...). Si queréis descubrir los secretos de la empanada de Bellosillo, es decir, la empanada de los arquitectos en general, nada como visitar esta entrada del blog del arquitecto catalán Jaume Prat. Pobres arquitectos. Son unos incomprendidos. Unos Quijotes.




Bellosillo murió muy joven (no es cosa de hacer chistes, pero si en todas las obras se olvidaba del frío como en la de Nájera...) y en la red he pescado un par de elogiosas necrológicas: la del COAM y la de ELPAIS, a cual peor.



Aunque inevitablemente ponga por aquí sus Cascotes en Almazán, cuando uno conoce de cerca a las personas no se puede dejar de sentir cierta ternura por la propia chifladura del género humano y por nuestra efímera condición.