sábado, 26 de noviembre de 2011

205. REDUCCION A CASCOTES DE LA CASA DE DOCTORES CASTROVIEJO 29 Y 31. LOGROÑO

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Pongo así el título de este post para no confundir a nadie y dejar bien claro que no es lo mismo "reducir a Cascotes" una casa urbana, digna y en perfecto uso, que hacer levantar en su lugar un Cascote a mayor gloria de su arquitecto. 

Como no hay trabajo los sábados, voy yo y me mortifico: me compro el periódico local y veo que San Eduardo Gómez, el único jombre de esta ciudad que hace aprecio de mi Guía ¡y que encima tiene el valor de decirlo! (de ahí lo de San), da la noticia de la demolición de esta casa. Y la da (encima) con esta entradilla: "No deja de sorprender que se estén derribando las casas números 29 y 31 de Doctores Castroviejo que aparentaban buen aspecto". 

¿Será que se ha acabado la crisis y no me he enterado? ¿o que lo de la IDENTIDAD LOGROÑESA va en serio?

Aquí la puerta, por si la venden. No era tan especial como la del Cascote 160 (del mismo arquitecto) pero es verdad que no tenía mala pinta.

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viernes, 25 de noviembre de 2011

204. LA CASA STRETTO, Dallas, USA, 1989




Hay que ver cómo me curraba yo los Cascotes hace quince años. Fue en un cursillo de doctorado que impartía Javier Cenicacelaya titulado LA EXPRESIÓN EN LA ARQUITECTURA. Como trabajo de curso pidió hacer el análisis de una casa de Steven Holl y a mí me salió esto que transcribo aquí. Seguro que no lo leyó porque me dio el aprobado. Se me iba la olla mucho, pero tiene su gracia. Sobre todo porque en aquella época nadie hablaba todavía de la arquitectura espectáculo. Ahora es ya moneda común.



En agosto de 1984 Félix de Azúa publicó un ingenioso e incisivo artículo titulado “Pero ¿qué demonios quiere decir EXPRESIÓN?”. Su lectura es imprescindible ante todo cursillo que lleve la palabra “expresión” en su título, y la conclusión a que Azúa llega en el mismo puede ser un buen arranque a las líneas que siguen: “La expresión no expresa nada. Nos servimos del término para tantear, a ciegas, un inexistente lenguaje capaz de decir algo sobre la obra de arte”.

Desvelar lo ridículas que resultan las manifestaciones de los artistas explicando sus obras en los catálogos es lo que primero que se hace en el artículo mencionado: verdaderamente resulta patético oír explicar a los artistas su propia obra de arte. Tan es así que el propio Azúa llega  a la compasión con los artistas separando sus declaraciones con su propia obra. “de las pintorescas elucubraciones de los pintores no hay que deducir un juicio negativo sobre su pintura. Ellos, como todos, tienen grandes dificultades para hablar sobre las obras de arte”.

Algo parecido podría decirse de la escueta explicación que Steven Holl ofrece de su casa Stretto (v. Quaderns 197, pag 68). Sólo con ver la fórmula explicatoria “material por sonido partido tiempo es igual a material por luz partido espacio” nos podemos dar cuenta que estamos ante la presencia de un idiota o de un artista (si es que no son lo mismo).


Para empezar con el análisis (pues de esto se trata) bien podríamos detenernos en la nominación de la casa. El artista ha preferido en este caso darla a conocer con un término musical que no por el habitual nombre del promotor, -a no ser que el cliente casualmente se apellidase Stretto, lo que no se aclara por ninguna parte.

El diccionario Harvard de la música (una fuente bastante fiable) da a la voz Stretto dos acepciones: 1) en una fuga, una imitación del sujeto (frase/motivo/tema) en estrecha sucesión con la respuesta que entra antes que el sujeto haya sido completado; y 2) en composiciones no fugales, la sección con que se concluye, en tempo más rápido, como por ejemplo, al final del último movimiento de las sinfonía de Beethoven. 


La primera acepción pudiera tener algo que ver con el sentido de las cubiertas de la casa o con la fluidez de los espacios interiores: las láminas empiezan antes de haber acabado las anteriores o las habitaciones interiores hacen otro tanto. Sin embargo, lo que entiende Holl por Stretto parece ir más bien por la segunda acepción, solo que al revés: “recorriendo los estanques como el stretto añadido a la música...” (?) la casa acaba en el estanque de aguas quietas y no en la célebre cascada de la casa de Wright, que esa sí que tendría mucho más que ver con la acepción correcta de la voz stretto (estrépito). Mejor, por tanto, olvidarnos de esos argumentos.

Ahora bien, ¿preferiríamos estos otros de “presas espaciales”, “espacios acuosos”, “formas fluidas”, “terrazo líquido” o “centro asimétrico de dos secuencias de espacio acuoso” propuestos por el propio Holl? ¿o acaso, y aún peor, los propuestos por su exeg(j)eta Alejandro Zaera en “Steven Holl, hacia una estética de la reaparición”  (rev cit.) tales como “contradicción entre lo local y lo global”, “lo heterogéneo y lo homogéneo”, “lo segmentado y lo continuo”, “potencial de las condiciones de producción del capitalismo tardío”, “cierta dosis de moralina romántica”, “oscilación entre el pragmatismo y la artisticidad” o (tómense un calmante) “la paralaje”, “la programación semiautomática”, las “cartografías correlativas”, la “material tactilidad”, etc etc etc? Ay si Belloch, Solbes y Felipe González pillaran esta jerga para explicar la “detención” de su Roldán o la devaluación de la peseta (sólo han dado con la palabra “realineación”). Sin duda conseguirían, como Holl, “ser consagrados por la crítica”, ya que la crítica, al parecer, no es en estos tiempos sino otra obra de arte ininteligible añadida a la anterior.

Acabáramos: la casa Stretto es una OBRA DE ARTE y Holl su ARTISTA. Y ese es básicamente el problema que ha de dilucidarse: ¿es entendible  y admisible la arquitectura como arte a finales de siglo XX?


Mientras los europeos descansábamos de los fragores del siglo, los americanos –excepción hecha de Christopher Alexander, por supuesto-, se han puesto al timón de la historia empeñados en devolver a la arquitectura viejos esplendores: la arquitectura es arte, se ve que dicen, y ¡una bella arte! Y si Venturi parecía empeñado en retroceder el reloj y devolver la arquitectura a un periodo anterior a la Bauhaus, es decir, justo a las Artes y Oficios, entendiéndola como signo o como soporte de las artes decorativas, desde los “five” en adelante parece que la cosa quiere instalarse más bien en las viejas Academias anteriores incluso a los Politécnicos. Aquí cabría volver de nuevo a Azúa y preguntarse con él: ¿pero el arte no se había muerto? (v. la Conferencia de 1981 en San Sebastián publicada en El Aprendizaje de la Decepción) ¿Qué son –o no son-, entonces esos cadáveres que nos exhiben constantemente desde la otra orilla del Atlántico a los  fatigados ojos de los europeos? ¿Qué es, en definitiva, y por lo que aquí respecta, la casa Stretto?


Bien, no es el arte clásico el que retorna, claro está, sino el de aquellos artistas de la modernidad que todavía eran artistas cuando ellos mismos decían que la fiesta se había acabado. Por ejemplo, la casa Stretto está concebida sobre un soporte geométrico de increíble rigidez, algo que sin duda nos recuerda la forma de componer de un Le Corbusier. En el esquema que se adjunta puede verse cómo los cuerpos macizos más los “espacios acuosos” (por seguir con la terminología de Holl) forman cuadrados perfectos de unos 13 x 13 metros.


En los alzados las referencias son mucho más obvias: la entrada, la chimenea, el encadenamiento de los espacios, no son sino composiciones neoplasticistas; y el juego de láminas curvas de las cubiertas puede retrotraernos a Utzon o a la más reciente deconstrucción, en el sentido de que la arquitectura “artística” ya no funciona más que por collage.


Por lo que respecta a la estructura, reaparecen las viejas contradicciones e incorrecciones de los arquitectos artistas de siempre: la búsqueda de los pilarcillos blancos que supuestamente sujetan las láminas de la cubierta y que se exhiben ajenos a las pieles de la casa como en aquellas obras ingenuas del primer racionalismo (v. el tercer volumen de La Construcción de la Arquitectura de Ignacio Paricio Ansuategui, pag 51 y ss), la búsqueda, digo, de esos pilarcillos, se convierte en una diversión para quien sepa que los artistas siempre han estado reñidos con las estructuras.


De la organización espacial, coloreada en el otro esquema adjunto, puede desprenderse que la casa no sólo no es ya “una máquina de habitar”, sino que manifiestamente se ha convertido en una casa para “ser enseñada” y por ello los espacios de paso se llevan más del cincuenta por ciento de la superficie. El estar tiene su chimenea, cono no podía ser menos, que tímidamente sobresale en el alzado (no en las fotos) sobre el primer bloque que la alberga: problema de componendas. ¿Será esa la integración entre lo local y lo universal que decía Zaera? ¿O acaso lo será la inclusión de la biblioteca justo en el punto de cruce de toda la casa? ¡Menuda posición para la biblioteca! En el esquema la he dejado en blanco con un interrogante porque me imagino que los dueños no sabrán qué hacer con ella… ¿o los libros son también ahora para ser expuestos y enseñados al paso?


Seguramente que sí. Los americanos se adueñaron del cine y durante un siglo se han dedicado a virtualizar el mundo haciendo que los héroes ya no sean los héroes sino los actores que los encarnan (la reciente “Héroe por accidente” del inglés Stephen Frears sería como una muñeca dentro de una muñeca). Dado el éxito del método, seguramente estén haciendo ahora lo mismo con la arquitectura: convertirla en evento y espectáculo, exhibición, producto y, por supuesto, exportación. Lo que no puede hacerse, desde luego, sin invocar en todo momento la palabra arte o la figura del artista. Que los europeos nos lo traguemos indica que no sólo estamos fatigados sino más bien aborregados, idiotizados o más dignamente, muertos.

juandiezdelcorral, marzo 1995
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martes, 15 de noviembre de 2011

203. NIEVA DE CAMEROS. La Rioja. España

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La Rioja también tiene un grave problema. Tanto o más grave que Cartagena. Un problema de arquitectura, un problema de educación colectiva, un problema de gobierno. Sobre la fealdad de La Rioja hace tiempo que propuse una exposición fotográfica a la gente más progresista de la región, pero la mano del Gobierno es muy alargada y aquí no se mueve nadie. No le interesa a nadie denunciar lo fea que se ha vuelto la Rioja porque al parecer hay que venderla a los turistas.  

Hay pueblos verdaderamente feos, sobre los que nadie parece tener dudas (Ribafrecha, Villamediana, Rincón de Soto, Pradejón...) pero cuando mencionas algún pueblo de la Sierra de Cameros, la gente suele cambiar de expresión y decir: ¡qué bonito! ¿no? 

El caso es que el domingo pasado fuimos de paseo a los alrededores de Nieva a ver la peña del Zapatero y subir hasta el collado de la Cocucha, excursión contada en el blog de MONTES. Pero como acabada ésta aún nos quedaba tiempo, nos subimos a echar un vistazo al pueblo, en el que hacía mucho tiempo que no había estado. Y como veníamos por el viejo sendero de Torrecilla, entramos por allí para revivir las sensaciones de los viejos caminantes y ser recibidos por la ermita de San Pelayo.  Pero... cual no sería nuestra sorpresa cuando vimos sus alrededores (foto de arriba y siguiente). 




La ubicación de ese pabellón y la limpieza de la mampostería que le habían hecho a la humilde ermita tenía más pinta de Cascote que otra cosa. Y a la vista de las vallas de pales y somieres que nos recibían en los aledaños del pueblo, mi compa  de paseo exclamó: igualito que en Alemania:


Se ve que los dineros alemanes o europeos  llegaron para repelar una ermita o subvencionar ganaderías sin importar el lugar, pero no dan para arreglar los cristales del ojo de buey de la ermita barroca de la Virgen del Collado, sita en el mismo centro del pueblo.


Horrorizado por los todoterrenos que estaban aparcados en la misma puerta de la iglesia de San Martín, se me pasó el hacerle una foto, pero en viendo el paredón del frontón construido debajo de la peña del Castillo y sus aledaños, ya no me pude contener. Esto había que contarlo:


Tal y como relato en MONTES, al ver la excepcional ubicación del cementerio del pueblo nos animamos a llegar hasta él, pero nuevamente hubimos de pasar por vallados populares de gran originalidad y belleza:


Y ni en el cementerio pudimos descansar la vista cuando percibimos que el edificio de nichos construido en su interior se asomaba por encima de su tapia rompiendo la sencillez de su imagen.


En el descenso por el sendero cementado hacia la ermita de San Antón, echamos la vista atrás para captar esta "bonita panorámica" del pueblo, con esa destacada promoción de cinco casas en línea de tan rústica ubicación y aspecto.


Antes de llegar a la ermita, aún nos habría de sorprender un par de "instalaciones artísticas" de esas que apuntan hacia la "sostenibilidad":




A la ermita de San Antón llega la senda cementada y un cartelón de plástico en toda la puerta para informar a los desinformados que el titular de la ermita es patrón de los animales, pero no parece dar para quitar los hierbajos y adecentar el lugar:


Si este es el resultado de los años de vacas gordas que hemos vivido, no quiero ni pensar cómo va a estar todo esto en unos años, ahora que vienen flacas.

Tremendo. Tremendo.
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lunes, 7 de noviembre de 2011

202. CARTAGENA. Murcia. España

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Cartagena tenía un problema. ¿Qué problema tenía Cartagena? Muy fácil. Lo vimos en el 44 de Cascotes. La arquitectura. Los arquitectos. Dije que tenía muchas más fotos de aquella visita. Por ejemplo, esta rotonda.



Menudo problema. O esta otra.



Problemón.

Este arquitecto, por ejemplo, se hizo un lío según iba subiendo la casa y cuando la acabó no recordaba cómo la empezó:


Normal: dando vueltas a la rotonda que tenía a sus pies, se mareó el hombre.

Para arreglar el problema, los cartageneros recurrieron a Moneo, el hombre que más sabe de arquitectura en España, el único premio Cascotzker español; pero por no asesorarse bien, se equivocaron de encargo. Le dijeron que arreglara un Teatro Romano que llevaba siglos debajo de unas casas.



Pero para tirar unas casas y arreglar una ruina no hacía falta llamar a Moneo. Porque después de la pifia de Sagunto, cualquiera sabía que no había que reconstruirlo entero, que era cuestión de dejar jugar a los arqueólogos con el puzzle y en todo caso inventar unas escaleras por aquello de que la gente no se nos mate subiendo y bajando por unas gradas ruinosas:


Menudo desperdicio. No sé la pasta que se habrá llevado por posar para la prensa como un senador romano delante de la ruina de su obra sobre un tablado de tabla de teka, pero no importa. El derroche está en no haber entendido que a Moneo había que haberle contratado para tener unas palabritas con el arquitecto municipal que escogió las farolas de esta calle o las barandillas de acero inoxidable a juego:


O para que le dijera al arquitecto urbanista diseñador de esta nueva avenida, que no por hacer más requiebros en los parterres las calles son más bonitas, ni más útiles, ni más urbanas, ni más sensatas:


En Cartagena no tienen ni idea de quién es Moneo, de lo que sabe, y de la caña que da. Y me lo ponen a hacer un Teatro Romano cuando ya tenían otro encima, mucho más moderno...


... desde el que se veía que el problema de la ciudad no era el teatro ese de abajo sino la ciudad toda, construida por los arquitectos, sus alumnos y discípulos:


Después del paso y pose de Moneo por Cartagena, la ciudad sigue sin rumbo. Según las últimas noticias, el Teatro Romano ha decidido cancelar la esponsorización del club de fútbol local:


De Cartagena solo quedará para el resto del siglo la sonrisita del Senador. Una mueca que tres años después aún le sigue proporcionando bolos por las provincias. Sin ir más lejos, este fin de semana en la ciudad donde vivo. 

Cartagena no ha arreglado su problema. Y todo por no saber que lo grande en Moneo no es la sonrisa de bobo, sino la de hiena. 
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