miércoles, 25 de enero de 2012

210. CLAVIJO. LA RIOJA. ESPAÑA

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La pequeña excursión alrededor del Monasterio de San Prudencio que conté el pasado lunes en mi blog de MONTES ha causado admiración en más de un lector y el deseo de hacer el mismo recorrido. Pero como decía al final del mismo, antes de ponerse en marcha o para cuando vuelva al coche, tengo que advertirle de que hay que pasar por el pueblo de Clavijo y... ver todo un abigarrado repertorio de Cascotes.

 En mi caso fue de vuelta al automóvil, porque con la ilusión que iba para ver el Monasterio desde nuevas perspectivas, al comienzo de la excursión pasé por entre las casas del pueblo casi sin mirar. Pero si habéis leído el texto mencionado, ya os podéis imaginar que  las barandillas del monte que me encontré en la subida empezaron a secretarme mucha bilis, de modo que en el corto recorrido por el pueblo hice esta docena de fotos en apenas cinco minutos.




Forropiedra y balaustradas, mobiliario urbano de pacotilla, desidia, ausencia absoluta del más mínimo detalle de buen gusto...



No había descanso para la vista, no había perspectiva alguna sin cascotes.



La gente suele subir a Clavijo a ver su famoso castillo y a contemplar la impresionante panorámica que desde allí se tiene del valle del Ebro y de la capital de La Rioja, pero entre que ha de aparcar el coche y buscar el bar para tomarse una cerveza, no puede dejar de mirar horrorizado la transformación que en los últimos treinta años se ha producido en el caserío de este pequeño pueblo.



Cierto que mucha de esta fealdad tiene su origen en la autoconstrucción o en la pésima formación de los albañiles que trabajan por los pueblos, pero no hay que olvidar que la mayoría de las casas nuevas allí edificadas cuentan con la firma de un arquitecto titulado, y que si los arquitectos todavía no se han dado cuenta de la catástrofe que han causado en los pueblos por estar hablando de las bobadas que hacen las estrellas de su profesión, mejor que se dediquen a otra cosa. .




Al final del corto recorrido, justo al fondo a la izquierda de esta última casa donde acaba el pueblo y empieza el monte, encontramos otra de esas obras municipales con dineros públicos que deberían de  estar en los museos de Cascotes: el así llamado "parque de la ciudad de Astorga", con señales de prohibido bicis y hasta de prohibido que caguen los perros.

Y como por eso de ladrar tanto, algo de perro debo de tener, voy a cumplir las normas y me voy a aguantar las ganas de hacerlo en el parque Ciudad de Astorga, para aprovechar la infecta deposición que me ha producido la bilis acumulada y dedicársela a quienes idearon el poner un parquecito al monte, y dotarlo con albero, montón de farolas, umbráculo, toboganes de plástico, cipreses y demás chirimbolos.


¡Y a quienes les dieron alegremente la subvención!