Andaba yo estos días de Bactra a Ectabana y de Persépolis a Babilonia, buscando sin saberlo alguna referencia arquitectónica que compensara mi tristeza por la ruina de la Acrópolis de Atenas, cuando al pasar por Teherán me he topado con esta cosita maravillosa adornando una rotonda a la salida del aeropuerto, que por su gigantesca escala y su carácter manumental estoy seguro que de ahora en adelante va a ocupar un hueco en mi corazón.
No os va a costar ni cinco segundos localizarla en el mapa de la ciudad...
y sentiros atraídos por su especial magnetismo.
Cuántos alcaldes socialistas de los gloriosos años Aznar no hubieran deseado una cosa así para su ciudad. Sobre todo, porque una vez que la tienes, te puedes dedicar luego a ponerle fuentes y luces de colores.
Investigo mínimamente (que todavía tiene uno aprecio a su tiempo libre) y descubro que el arquitecto fue este antepasado de Zaha Hadid que posa ante su obra como un santo en una hornacina.
La hija de ente arquitecto (que no es precisamente Zaha Hadid, no os vayáis a liar) explica en un artículo que he leído sólo a medias (porque está en íngles y me da pereza esa inlingua), que su padre lo hizo en los años setenta para el entonces Sha de Persia, y que con la llegada de los ayatolás (que los progres uropeos tengan en su habe), ella y su familia tuvieron que salir por piernas de allí porque eran bahaístas, religión no muy del gusto de los ayatolás. Trata de aclarar con ello que la inspiración del manumento es religiosa (como no podía ser de otro modo), y por demás, de una religión perseguida en Irán.
Como la razón de que estuviera yo de Bactra a Susa y de Ectabana a Babilonia era la invención del Zoroastrismo allende por el siglo cinco o seis antes de Cristo, me detengo a contemplar que el Bahaísmo del señor arquitecto de nuestro Cascote de hoy es religión inventada en el siglo XIX (lo que da muchas esperanzas a posibles inventores de religiones de la pervivencia del oficio) y que dicha religión es así mismo una fuente de la que manan cascotes por doquier parte del mundo do se junten bahaístas (sea la Nueva Delhi, Chicago o Panamá).
Vistas las tendencias de arquitecturas templarias de tan monoteísta como liberal religión, no es difícil dar la razón a la hija del arquitecto de la Azadi Tower sobre la fuente de ispiración de su padre, aunque paradojas del destino, el monumento es muy popular en Teherán importando poco o nada cuál sea su sentido último religioso.
Porque bien pensado, la única y verdadera religión, la religión de todos los pueblos desorientados o perdidos en sus religiones, no es otra que... la... ¡Arquitectura!
Loada y ensalzada sea y benditos sus profetas, los arquitectos.