lunes, 19 de enero de 2015

304. SIN DISCURSO


Hospital de Santa Lucía en Cartagena


Los amables lectores o los simples curiosos que entran por decenas cada día a este blog para ver qué adefesios arquitectónicos añado a su ya extenso álbum de fotos andarán extrañados del bajo nivel de actualización del mismo. ¿Se le habrán acabado los edificios adefesios a este hombre? ¿o andará ahora mirando para otro lado?

Oficinas de la Transmediterránea en Palma de Mallorca


Pues ni lo uno ni lo otro. Lejos de quedarme sin engendros que poner, cada día encuentro más por la red, aunque son tantos que me resulta completamente imposible verlos todos en persona, que es como se ha de ver y sufrir la arquitectura, o cuando menos hacer una pequeña investigación con Google Earth para tenerlos bien localizados, verlos desde otras perspectivas con las fotos de Panoramio, encontrar los nombres, si es que se puede, de sus hacedores. etc. etc  



Lo de mirar para otro lado  es una terapia absolutamente necesaria para quien tenga que trabajar con la fealdad, o en general con el mal, porque de todos es sabido que si no te cultivas a la vez en la contemplación de la belleza, el pesimismo o la desesperanza acabarían con tus ánimos en breve plazo por muy bien templados que los tuvieses.

Biblioteca Municipal en Burgos antes de la última "intervención"

Y ahora, una vez "intervenida"


Pero el problema es que el trato con la fealdad no se cura por muchas dosis que tomes de belleza, y que lo que he venido comprobando es que antes que nada, afecta al propio discurso con el que nos enfrentamos a ella. Mientras Europa ha estado estos días conmocionada porque unos fundamentalistas islámicos han asesinado a sangre fría a unos humoristas franceses y el periodismo y los políticos han dicho lo que cabía esperar de ellos, yo también  he estado dando vueltas al asunto del discurso satírico o sarcástico porque el día 8 de enero me invitaron a dar una charla en el Ateneo de Logroño sobre mis investigaciones bloggeras, y de resultas de toda mi fijación en la fealdad arquitectónica había llegado a la conclusión de que me había quedado sin discurso. 


Nuevo pórtico en la iglesia de Villaro, Vizcaya

Pocas profesiones tienen el prurito de haberse forjado en el ejercicio del método crítico. Pocas profesiones como la de arquitecto. A las ingenuas y descabelladas proposiciones arquitectónicas de los alumnos, los profesores de Proyectos de todas y cada una de las Escuelas de Arquitectura deben responder con un ordenado discurso de argumentos que coloquen al alumno en la senda del orden, la disciplina, la historia, el contexto y, en general, la razón (las muchas razones) de la buena arquitectura. No me cansaré de repetir que yo tuve la suerte de haber tenido como primer profesor de proyectos a uno de los más sabios críticos que ha dado este país, aunque luego traicionara sus talentos por la gloria y el dinero que le podía dar un exitoso (a la vez que mediocre) ejercicio profesional, el señor don Rafael Moneo. Pero aparte de la triste sorpresa de contemplar su trayectoria también me tocó en desgracia descubrir que una vez cerrada la formación en la Escuela, la crítica sobre la obra de los arquitectos desaparecía por arte de birlibirloque y que lo más que se decía de sus obras es que eran del gusto de algunos o del disgusto de otros. Que eran polémicas... sin que hubiera ninguna polémica. O ni eso: que ahí quedaba eso, que lo había hecho un arquitecto y que era tan inexplicable como el arte. 

Palacio de Congresos de Villanueva de la Serena. Badajoz


Mi empeño por hacer que el discurso crítico en la arquitectura no desapareciera fue la razón que me movió a escribir una y otra vez cientos de artículos de arquitectura hasta incluso crear un pequeña pequeña publicación crítica en mi colegio profesional, ELHALL, y conseguir redactar y publicar un librito titulado MANUAL DE CRITICA DE LA ARQUITECTURA (del que no creo que nadie se haya molestado en hacer una crítica). 


 Museo Anael García. Oviedo.

Ya fuera porque yo no hiciera bien la crítica o ya fuera porque mis compañeros y la sociedad en general no querían saber nada de ella, lo cierto es que el esfuerzo que exige el discurso crítico se desplaza como sin querer hacia el discurso satírico, del que en primer lugar extraes el regocijo de tu propia risa y no pocas veces, el reconfortante eco de las risas de los demás. 


Museo del Hormigón. Salamanca


No pocas veces he dicho en estos Cascotes, que lo que aquí se lee no es crítica sino sátira, pero aún con todo -he reflexionado estos días-, en la sátira hay una cierta construcción del lenguaje, un discurso, una coherencia que parece haberse perdido en ese salto cualitativo que se ha dado recientemente desde los textos a las ocurrencias, desde los artículos a las redes sociales, desde los blogs a facebook. Y es que al ver el propio discurso satírico de mi blog deformado hasta lo grotesco en grupos de facebook como SEMS, al final uno empieza a dudar de la validez del discurso satírico y se plantea si no sería mejor recoger velas y volver a intentar aunque sea en pequeñas mónadas de sensatez, el discurso laborioso de la crítica, y si  no es posible eso, documentar tan sólo nuestra mirada a través de álbumes mudos como por ejemplo, MIRA ESTO OTRO. 

Ausejo. La Rioja


Entre Cascotes y Mira Esto Otro medió en mis trabajos e investigaciones sobre la fealdad arquitectónica otro blog satírico, FEA ES LA RIOJA, que por el tono de los insultos y amenazas que recibí en los comentarios abiertos, bien podría haber acabado como lo de CHARLIE HEBDO. 


Rotonda del dolmen. Zaldivia. Guipuzcoa


Hace unos días agregué al pequeño blogroll que se puede ver en el lateral de esta web, un blog llamado ESPAÑA BIZARRA. Su autoría es anónima, parece centrado más en la escultura urbana que en la arquitectura, y aunque tiene texto puede verse que es meramente informativo o documental. Se me ocurre que por no cerrar definitivamente Cascotes, pudiera ser el modelo a seguir. Se acabaría así su discurso satírico pero cuando menos quedaría el álbum que anuncia el subtítulo del blog. 


Capilla en el Ticino. Mario Botta


En el aire dejo unas preguntas o unas dudas bastante razonables: puesto que ante el mal o la fealdad nuestro deber es tratar de evitarlos ¿seremos capaces tan solo de mirarlos y permanecer mudos? ¿seremos capaces de encarar la fealdad sin el consuelo de unas risas? ¿podremos aún tomarnos, no ya por arquitectos, sino por simples seres humanos si nos quedamos sin discurso?