domingo, 8 de marzo de 2015

312. SESEÑA. TOLEDO



A diferencia del resto de PAUs de la burbuja inmobiliaria, en Seseña no hay lucimiento de los arquitectos artistas. Todo es plomizo, o ladrilláceo. Y repetitivo.









Las fotos no dan buena cuenta de la desolación que se siente al recorrer desde el coche (ya no digamos si se hace pie) el gran boulevard en L que vertebra su configuración.




Una desolación que empieza aún antes de llegar al polígono en cuestión cuando no se conoce la zona y te pierdes entre las carreteras que van de Seseña a Seseña Nuevo sin dar con el acceso a la famosa urbanización de Paco el Pocero.


Imagino que la mayor parte de la gente tuvo su primera visión del famoso polígono de Seseña al circunvalarlo por la R-4.


Pero cuando después de perderte entre Seseña y Seseña Nuevo, intentas acceder a él desde la A-4 te ves obligado a pasar por una zona industrial de lo más sórdida, con unas playas enormes de aparcamientos para vehículos.


Ante semejante paisaje casi es un alivio encontrarte con el monumento de la primera rotonda que anuncia que ya has llegado:


La urbanización es tan simple como puede verse en la foto de google earth:


En el bisel de la gran L se ubica el parque dedicado a María Audena, la señora del Pocero, al que se accede por esta augusta entrada:


La rotonda que cierra la urbanización contiene una escultura alusiva (supongo) a los matrimonios que hipotecaron sus vidas por comprar un piso aquí:


El resto de las rotondas no llegaron a decorarse más que con palmeras (árbol no muy manchego que digamos), abetos y cipreses, componiendo con las farolas y los postes de electricidad bosques muy singulares.


Las calles transversales al gran boulevard tienen dimensiones más razonables pero la monotonía de los bloques y las perspectivas al infinito vuelven a desorientar al visitante.


Volviendo a la foto aérea, un gran mancha negra situada al otro lado de la R-4 llama la atención de cualquier observador:


Gracias a una foto de Panoramio pudimos saber que se trataba de un gigantesco vertedero de neumáticos que quiera dios que no le caiga un rayo y arda todo algún día.


A la vista de la urbanización es evidente que no está construida ni la mitad de la superficie edificable, y habida cuenta del fin de la burbuja inmobiliaria, es de suponer que todo se quedará tal y como lo vemos durante años y años, e incluso décadas y décadas.

Una intervención de esta magnitud no puede ser solamente el resultado de la locura de un promotor. Es también la prueba más palpable de la ruina social de todo un saber sobre la ciudad. Si Seseña no sirve en los próximos años como antimodelo urbano en las clases de urbanística de las Escuelas de Arquitectura de este país, lo mejor es que las cierren.

Quede al menos para la memoria como un enorme y manumental Cascote.