Mi primer artículo sobre arquitectura lo escribí en 1983 y tuvo como tema las fachadas quebradas de los bloques de viviendas entre medianeras. Lo publiqué en una recopilación de artículos que me editó el Colegio de Arquitectos de La Rioja en el año 2000 y no está accesible en internet (aunque es algo que se pude corregir rápidamente / ya está: aquí). Como comprenderán ustedes tiene estilo de principante (y casi me sonrojo al leerlo), pero contiene una verdad como un piano: que el orden de las calles de nuestras ciudades se vio muy quebrado cuando a los arquitectos les dio por quebrar las fachadas de las casas.
Debió de acaecer a finales de los cincuenta o comienzos de los sesenta, pero como nadie ha dicho nunca nada contra semejante aberración geométrica y nadie (que yo sepa) les ha afeado la conducta a los arquitectos que se atrevían a agredir las calles con sus serruchos, se ha seguido practicando hasta nuestros días.
Aunque sea malo, uno nunca se olvida de su primer artículo, y por ello, cada vez que visito una ciudad española me hago con nuevos argumentos de ese tipo de despropósito arquitectónico.
El pasado verano recogí algunas muestras en Soria, ciudad que todo el mundo cree muy sencilla, bonita y acogedora.
No caminé por sus calles más que un par de horas, porque de ir a Soria prefiero andar mejor por los suaves lomos de sus sierras que por sus calles aserradas.
Pero como ven, unas plantas bajas amables y unos balcones denteados son la combinación perfecta para tener lugar de preferencia en Cascotes. Seguro que en Soria hay muchas más de estas, pero no es cosa de abrumar.