De camino a Oporto para indagar en la reinvención de la arquitectura antes del color, paramos en León, nos dimos un paseo por el centro, y tomé nota de esta otra indagación en la arquitectura de ladrillo donde algún anónimo arquitecto sudó tanto o más tinta que el trío Tavora-Siza-Souto en su conjunto. Inventar la arquitectura después de matarla no es tarea sencilla pero a fe que han corrido ríos de sudores intentándolo.
De León ya salió aquí una perlita que dejó Carvajal en la plaza de Santo Domingo. La plaza de la Inmaculada, que es donde están estos aprietos cerámicos, está a mitad de camino entre el carvajalazo y la plaza de San Marcos.
No les voy a hacer esperar ni a dejar con las ganas de ver uno de los productos del más celebrado arquitecto del trío portugués que encontré en Oporto. No es un laboratorio farmacéutico, sino uno de los pabellones de la Escuela de Arquitectura. Yo apostaría que se lo curró menos que el arquitecto de León y sin embargo ha tenido mucho más éxito. Injusta que es la crítica.