lunes, 25 de abril de 2022

LOGLONYO

 


El maridaje riojaponés, iniciado hace unos años con las viviendas cromosómicas de Toyo Ito, o Cascoyitos, parece ser el contrapunto ideal al empeño de las nuevas autoridades de que nuestras calles se parezcan a las de Amsterdam o las de Barcolau. Carriles bici con babosas, o pasos elevados con bolardos maridarán pronto con fachadas rotas, escaleras insospechadas y texturas de temporada haciendo de Loglonyo un proyecto de modernidad y un destino turístico universal. 

Antes se llamaba a esto hibridación o contextualidad, pero desde que la restauración de los restaurantes se hiciera con el territorio de la arquitectura, ahora se llama a esto maridaje de sabores. 

Y es que, si en la misma comida nos tomamos una ensalada, un bistec con patatas fritas y un mus de chocolate, ¿por qué no íbamos a poder ver juntos pero no revueltos a un japonés refrito con dos riojas pasmados?

El kocinero japo, un tal Kengo Kuma, no ha salido de la cocina a explicar el guiso con el que ha resuelto las dudas que algún día expresamos en restaurante Cascotes, pero al alcalde plovinciano no le ha importado mucho el desplante porque en viendo tantos picatostes se ha lanzado a por ello mascarilla en boca.

plantel o pastel, nuestra gastronomía hace tiempo que dejó atrás la arquitectura, de donde viene aquel dicho que de bien nacido es ser estómago agradecido