Hay dos modos de demoler palabras (o de convertir las palabras en cascotes de palabras): vaciándolas de contenido o eliminando su soporte humano.
Mientras que los poderes, -o sea, la publicidad, los políticos y la prensa-, trabajan tenazmente en la primera vía, Internet opera con eficacia en la segunda alimentando el mito de que las palabras se bastan por sí mismas independientemente de quien las emita. Sin embargo, desde mucho antes de internet ya sabemos que ese mito, el mito de la Razón, lo que hace es producir tantos o más monstruos que los de nuestra imaginación.
Como el generoso Blogger que me permite escribir y difundir mis ocurrencias, ofrece también la posibilidad de identificarse o no a la hora de comentarlos, y como el hecho de la identificación necesaria hacía engorroso el envío del comentario, pensé que podría dejar abierta la puerta a comentarios sin la necesidad técnica de la identificación. A mí no me preocupa que los comentarios sean anónimos porque incluso siendo razonables entiendo que se descalifican solos: son cascotes de palabras. Pero si encima son zafios, sin gracia o de mal gusto, ya me empiezan a preocupar por un simple asunto de limpieza y estética, o incluso, porque algún ingenuo lector pudiera confundir las palabras con los cascotes de las palabras (se parecen mucho). Es por ello que, de ahora en adelante, cuando vea que ni siquiera son razonables, gracias a la posibilidad que también ofrece el generoso Blogger, sin más contemplaciones los suprimiré.