Sensibilizado por el arte y las apariencias venía yo de Hollywürth cuando me acordé de que el juego entre lo real y lo imaginario puede que sea divertido en el museo pero al volante no me hace ninguna gracia.
Cuando a cuatro o cinco kilómetros de Logroño, la carretera de Zaragoza se convierte en autovía, siempre me da la sensación de que me meto en un carril de salida en vez de entrar en la deseada vía de doble carril.
Mi copiloto hizo estas tres fotos para ilustrarlo:
1) estamos en la carretera (foto de arriba)
2) aparecen dos vías a la izquierda:
3) Aparecen más vías y rayas a la izquierda y a nosotros parece que nos sacan fuera de la autovía.
Aún nos faltó hacer una cuarta foto en un punto en que ya se ven dos calzadas con raya discontinua a la izquierda mientras nosotros seguimos en nuestro presunto carril de desembarco (a ver si la hacemos otro día y la pongo aquí también).
Las rayas blancas del suelo te obligan a seguir adelante, pero como las apariencias son las apariencias, digo yo si en un día de niebla, lluvia o poca luz, alguno se guiará por ellas y no por las rayas y se meterá en lo que parece la vía ancha.
Tened mucho cuidado en ese punto. Cuando el diseño del viario es muy malo, más que fatal cabe llamarlo fatídico.
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Nota en sep2015: con la construcción del enlace a la autovía de Pamplona todo esto ya ha desaparecido, por lo que parece buena la hipótesis de que los cascotes del viario son bastante efímeros.