Hace unos años mi mujer me llamó la atención sobre el arquitecto jovencito que iba a hacer la ampliación del Museo Thyssen , que no mucho antes construyese Moneo sobre el palacio precedente. Mírale que majo –me dijo señalando una foto en la que parecía recibir la bendición del gran arquitecto anterior y el beneplácito de los glamourosos dueños del museo. Y tú, con lo mayor que eres, y aún no has hecho nada importante en la vida...
Este tipo de conversaciones conyugales le suelen tocar a uno la moral, pero como algo sé de cómo funciona la arquitectura de nuestro tiempo le contesté con sorna: “ya veremos, ya; ya veremos lo que hace”.
Y claro, al fin lo he visto (ja ja ja ja) sin poder evitar la sonrisilla sarcástica del vengador: ¡vaya castaña!
No había muy buena luz en el momento en que pasé por allí para tomar una foto de su fachada, pero para quien no lo conozca ya se puede hacer una idea. De todos modos no me meteré con ella (pues además no entiendo mucho de fachadas monas y abstractas) y me centraré en describir fotográficamente el punto más importante del encuentro entre uno y otro edificio, es decir, la rampa por la que se baja a ese bar volumétricamente tan singular que sobresale de la fachada hacia el patio y que se cubre con una cáscara curvilínea y vegetal.
Por aquí se baja al bar. No temáis, al llegar abajo, el gran cristal de la derecha con cuadraditos rojos se corre solo:
Y por aquí se sale del bar donde podéis ver el cristal de acceso descorrido y los artísticos encuentros entre materiales o el juego de planos entre la barandilla y la puerta:
El bar es tan desangelado como el de una gasolinera de autopista pero un poco más vítreo y sin las fotos de bocatas y cocacolas:
Esta es la luminosa bajada a los wateres del bar. Muy vítrea también:
Eso sí, cuando volví a salir al exterior encontré en esta especie de faro ecléctico-escultórico de la cubierta el tótem del nuevo artista
No es cosa de hacer más sangre. Con las fotos vale. El chico era tan guapo y jovencito...
¿Alguien recuerda cómo se llamaba? Creo que tenía un apellido célebre... Guardo el recorte de prensa pero me da mucha pereza buscarlo. De todos modos si algún día moviendo papeles lo encuentro, lo traeré aquí porque, si no recuerdo mal, en alguna de aquellas fotos de la prensa cuando que se adjudicaba la obra, el Gran Moneo le ponía una tierna mano en su hombro...