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El truco del moco es que las contraventanas estén forradas del mismo material verdoso que los paramentos de fachada y que la disposición de las mismas tenga esa gracia orgánica de caer en cualquier parte y tener cualquier tamaño. Tal que así:
Certificamos una vez más que en materia de generosidad creativa, los arquitectos artistas no se cortan un pelo. La barandilla-puerta es como una escultura digna de un museo de arte contemporáneo, aunque encontrar en ella el paso y la cerradura ya es otra cosa (la clave está en dar con el muelle de cierre situado en la parte superior):
Aunque para moco de pavo, el barrio de buzones a distintos niveles organizado en el portal:
Alrededor del moco singular la vulgaridad coge otro tono, como más entendible, si bien los arquitectos urbanizadores siguen teniendo grandes dificultades a la hora de pensar qué poner en tan grandes espacios entre bloques.
En el bloque que está detrás del supermoco hay como unos soportales que dan a ese gran espacio, pero están vallados. No es una stoa, no son para protegerse de la lluvia o del sol: es una invención singular para colocar la rampa de garaje:
Justo en línea con el anterior, el arquitecto siguiente ha elegido unas tradicionales rejas Madrid cañí para las plantas bajas:
Por entre el moco, los soportales rampa y las rejas cañí, está la urbanización de bolardos que no siempre acierta a organizar los coches. En el paramal de baldosas el alcorque pone una nota de color verde. Y la farmacia también, pues no en vano... es a ella a donde vamos cuando tenemos mocos.
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