álbum de edificios que hacen daño a la vista, a la razón, a la ciudad, o a todos juntos, y en especial a la arquitectura entendida como disciplina geométrica, racionalidad constructiva, orden, contextualización y urbanidad.
jueves, 24 de febrero de 2011
174. VALLECASCOTES (y VIII). LO MAS DE LO MAS
Creía yo que ya lo había visto todo cuando de repente salimos por otra calle y me dio un mareo. ¿Que veo? Chapa, bajera sórdida y colorines todo junto, pero... ¡coño!, ¿dónde estamos ahora, Enrique?¿en una calle o en un solar que da a una medianera? ¿Es una fachada lo que veo o la serie de patios de una de esas largas medianeras de Berlín? No sé muy bien donde estaremos, me repuse, pero te apuesto diez a uno a que estamos ante el primer premio FAD del año que viene, o por lo menos, premio Comunidad de Madrid, mención especial en la Bienal de Arquitectura del CSCAE, medalla de oro segura. Giramos un poco más en busca de la puerta de la casa y descubrimos que es como una entrada de garaje (como no podía ser de otro modo):
Y que doblada la esquina, los colorines cálidos que miran al norte dan paso a los colorines fríos que miran a naciente:
Ahora entiende uno las dudas de los coches y de los peatones que deambulan por allí; y de los colores, y de las orientaciones, y de los curiosos que lo miran. Todos dudan menos los arquitectos, que seguro que le dan premio. Porque una de las primeras lecciones mundiales de la geometría y del diseño es que cuanto más superficie encierres con menos perímetro, más inercia térmica, menos perdidas calóricas, más claridad estructural, ¡más sostenibilidás, que se dice ahora! Justo lo contrario de lo que hace este edificio-medianil, cascopremio del Valle, que en un golpe de ocurrencia sin precedentes dobla el perímetro de fachada por dos y crea la ilusión de que la calle no existe. Lo más de lo más. Una verdadera monada.
Embelesados que estábamos con tanta creatividad, el chulo de la fachada de enfrente nos despabila de un sopapo:
Y nos anima a acabar y a dejarnos de premios de arquitectura. A pensar en la desgracia. En nuestra desgracia. O, en un último golpe de humor, a pensar en... un premio a la desgracia. Venga, se me ocurre uno. Y con nombre y todo.
Varios post atrás, en la manzana de el edificio tocinera y el del código de barras, encontramos una casa de arquitecto convencional (ingeniero del almacenamiento humano que decimos) que no quería quedarse fuera de juego en esto de las tontadas arquitectónicas. Como se ve que no se le ocurría nada para la fachada aparte de esos balconcillos metálicos de última hora que apuntan por arriba, jugó fuerte y decidió echar el resto en la esquina con una escalera exterior y una estructura metálica para impresionar, con los que no llegarán a la Bienal, pero con los que se habrá quedado contento de haberlo intentado.
Es de Julián Manzano Monís dice el cartelón, supongo que de la saga del famoso Manzano-Monís restaurador y prócer del estilo forropiedra y del nacional estilo piedra vista. Mira que poner el nombre en el cartel. Anda que no poner un nick en la era de internet. Qué ingenuidad, hombre. Así cómo le van a dar un premio de arquitectura moderna. Con ese lío de hierros de última hora sólo se consigue un premio a la desgracia.
.
.