En todo colectivo infradesarrollado, sea el patio del colegio, la conquista del oeste o el barrio de las afueras, siempre hay un papel destacado para los duros, esos tipos que miran con desprecio las cursilerías de los débiles, los deseos de agradar de la mayoría o las condescendencias para con las modas. El maestro Oiza les cargó las pistolas con aquella salvajada de viviendas junto a la M-30 y desde entonces algunos arquitectos desafían a clientes, usuarios y curiosos. Les importa un pito lo que piensen de ellos pues en su coraza impenetrable de ladrillazo no hace mella nadie.
¿Nadie? No, no es el caso de este Vallecascotazo que vemos en la apertura de este poss, porque el arquitecto ha movido un poco de aquí para allá las ventanas para ablandar un poco su mirada aviesa. O ha tenido que aceptar la compañía de los banquitos de marras de todo el barrio, como se acepta la presencia en la pandilla del sobrino de la portera:
Y el colmo de la condescendencia: en los bajos una farmacia para la mercromina y las tiritas de después de las peleas:
Pero no se hagan ilusiones. Recordarán vuecedes que el "maestro" propuso ser duro por fuera y blandito por dentro (colorines y postmodernidades pintadas v. EL PATIO DE MIL CASAS... ), pero mira tú hasta donde ha llegado la dureza de los actuales duros que en Vallecascotes la cara del patio "va de chapas", o sea, de más guerrero aún. Tiene narices la cosa:
Las perspectivas duras del barrio son muchas. Pero parciales o lejanas. Yo prefiero no mirarlas mucho ni meterme con ellas, no sea que saque un ojo morado.
Mañana me centro en los colorines, que dan mucho más juego.
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