martes, 22 de febrero de 2011

172. VALLECASCOTES (VI). COLORIN COLORADO

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Desde que modernidad blanqueó la arquitectura los arquitectos nos quedamos en blanco. El color no es asignatura en arquitectura y todo lo que los arquitectos sabemos es autodidacta. La postmodernidad quiso recuperar el color pero tras una abstinencia de sesenta años se pasó tres pueblos y le salieron pintarrajeados. Algún tratado de color para arquitectos debe de haber en Italia porque es el único país en el mundo del que solemos venir fascinados en esa materia. Pero lo ignoro. Como esto es un erial teórico, hace unos años tuve que improvisar un pequeño ensayo sobre el color en la arquitectura. Está aquí: COLOR. No creo que pueda añadir nada a aquellos argumentos.

En Vallecascotes hay unos cuantos ensayos de color pero no me llamaron mucho la atención y no tuve rápido el gatillo de la cámara. Estoy ya curado de espanto. El problema de los ensayos prácticos frente a los teóricos es que te los tienes que tragar toda la vida. O mientras dure la pintura, que son unos años. Que las ventanas bailen que los colores suban y bajen tiene que ser un fastidio constante para quien viva cerca de un edificio como el de arriba.

(Así, como sin querer, con cartas y enlaces, vamos conociendo a los artistas: aquí el de esta mesma)
Lo normal, sin embargo, suele ser usar colores chillones en pequeños paramentos. Es una vieja herencia del neoplasticismo que ya no tiene ninguna gracia. El arquitecto de este bloque medio moderno, medio escultórico marca las cuatro esquinas de su manzana con diferentes colorines:



No contento con la modernidad blanca, los colorines y ese esfuerzo escultórico del hueco sanchicharro a mitad de fachada con tribuna de Lenin incluída (recordemos que la energía creativa de los arquitectos solucionaría el problema de las centrales nucleares de este país, y que en materia de generosidad somos un ejemplo para la orden de Calcuta), el artista de este bloque se recrea en dar movilidad a las líneas superiores e inferiores de las ventanas:


Me pregunto si es el mismo arquitecto del instituto del barrio, un edificio en que por su seriedad docente, no se permitió poner colorines. Pero hay que ver como hace bailar las líneas horizontales de las ventanas.


(Antes de perder de vista a este arquitecto tan creativo, anoto el invento de esos extraños balcones o repisas sin barandillas del último piso de las esquinas. Me tienen intrigado: ¿para qué serán...?)

Concluyo con un par de fotos sobre el uso salvaje o infantil del color que tanta gracia les hace a los periodistas y tanto daño hace a la vista. El repertorio es mucho más amplio pero, como decía, estuve un poco torpe cazando colorines.



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