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Como no podía ser de otro modo, en el Valle han dedicado una calle a la Naturaleza. Qué digo calle, bulevar. Bien amplio, con árboles y monumentos. La Naturaleza se lo merece porque cuando los arquitectos hacen ciudades y lo llenan todo de ladrillo, asfaltos y farolas, los vecinos que pueblan luego los barrios recuerdan con nostalgia a la Naturaleza y la desean. Pues nada, si quieres Naturaleza, toma calle.
Cuentan los expertos que el arquitecto que hizo la casa de las fotos de arriba sita en el bulevar de la Naturaleza pensó en rodearla de una estructura para que las plantas crecieran por sus tubos y la envolvieran. Tan notable idea no fue entendida por la Naturaleza, que se negó a subir por los tubos, ni por los vecinos, que pensaron que la constructora se había dejado olvidados los andamios. Se ve que con el viento (esa cosa tan molesta que también da la Naturaleza) los tubos vibran y los inquilinos no duermen, por lo que andan llamando a periodistas y yendo a los programas de televisión a ver si logran que se los quiten.
Los vecinos demuestran a los periodistas que hay todavía humanos muy primitivos que sí que pueden subir por los tubos y entrar en las casas (http://www.youtube.com/watch?v=XDnJ6hxgIco). Pero ni por esas les quitan los andamios. La promotora y gestora de la casa les dice que si no entienden la idea del arquitecto es por su culpa y que hagan un esfuerzo para entenderla. Que estudien, vaya.
El que ha abierto el Bar en la bajera, sin embargo, no parece que quiera animar a la gente a estudiar y ha decidido ponerle a su negocio un nombre muy significativo. Para olvidarse del arquitecto, de los ruidos de los tubos y de la Naturaleza falsa y cabrona que no trepa por ellos, lo mejor es irse al monte. Y razón no le falta. Con un media docena de cubatas, asunto resuelto:
En la fachada al bulevar de la Naturaleza puede apreciarse que no todos los arquitectos tienen la misma idea de la Naturaleza.
El de la derecha es un anticuado y no tiene ni idea, pero el de la izquierda, a pesar de su apariencia de duro del barrio, da síntomas de haber pensado algo:
¿El qué? ¿En qué? Eso es más difícil saberlo porque esas repisas debajo/encima de las ventanas no parece que sean para tiestos ni para trepadoras ni para dar sombra. Digo yo si serán para sacar al amante a la fresca cuando el marido entra por la puerta, o para la escenificación de amenazas de suicidio (que también tiene mucho que ver con la Naturaleza Humana) ahora que ya no se hacen los edificios con cornisas. Por si no se entiende su idea el arquitecto ha rematado una esquina del bloque con un colorín azul y todos contentos. Que bastante tienen ya los vecinos en averiguar de qué Naturaleza han salido los artefactos que han plantado en medio del boulevar:
No acaba la cosa aquí. Faltaba un poco de marejada, y el bloque amarillo que asoma por la derecha nos la ofrece:
De frente no se aprecia mucho (más parece un plastón arcilloso que una mar rizada) pero si caminamos por la acera, el oleaje de la fachada y los esfuerzos del arquitecto por conseguirlo se agradecen mucho:
El problema es que el encuentro entre la línea encrespada de la fachada amarilla y la línea recta de la acera no ha quedado muy allá, pues el cesped de Vallecas no logra lo que una playa:
Y porque, encima, a la maldita acera le ha dado por no ser plana al llegar a la esquina y la ola última se queda como sin romper (...vaya encuentro que me ha salido..., debió de pensar el artista):
En cualquier caso, esa esquina tiene el honor de ubicar el noble nombre de la calle:
Y el que tenga dudas sobre la naturaleza de la Naturaleza, sobre la naturaleza humana y sobre la Naturaleza de la Arquitectura de nuestros tiempos que hace esquinas así, que las vaya dejando atrás.
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