lunes, 24 de marzo de 2008

74. PEDRO AZARA



Poeta e idiota son palabras que tienen cierto parecido. Pedro Azara, que demuestra tener mucho interés en las relaciones entre palabras, tiene ahí un interesante tema de estudio.

Digo esto porque en las semanas pasadas he intentado varias veces leer el libro “Castillos en el aire. Mito y Arquitectura en Occidente” de Pedro Azara (ed Gustavo Gili, 2005) y ni empezando por la primera página -como es lo normal-, ni yendo de atrás hacia delante -por ver si los apéndices me aclaraban algo-, ni picoteando por en medio -a ver si entre páginas sacaba algo de provecho-, he conseguido hacerme con él.

Cuando se mira por encima parece un libro erudito y con mucha etimología, pero apenas te adentras en el texto descubres que poco de lo que dice tiene una clara referencia histórica o bibliográfica y que el libro deriva constantemente hacia un tono poético más cargado de vaguedades divinas que de buenos relatos míticos.

Supongo que ese tono cursi y engolado tan propio de los catálogos, debe de tener mucho éxito académico, porque además de profesor en la ETSAB es fácil encontrarse a Pedro Azara como un valor “emergente” en el actual panorama de la cultura arquitectónica (exposiciones, conferencias y congresos). Pues bien, con sólo intentar leer este libro suyo ya hay material más que suficiente para decir a ciencia cierta que se trata de un bluff (…por no decir la palabra que tanto se parece a poeta).

Transcribo un par de párrafos de muestra.

Así empieza la Introducción:

“Junto con la música, la arquitectura es una invención de los dioses. Los mismos seres celestiales las practicaron. En Grecia, incluso, ambas artes fueron creadas y ejecutadas por vez primera por una misma divinidad: Apolo. Los dioses egipcios ayudaban siempre a los faraones cuando iniciaban la construcción de un templo”. Etc.

Y así acaba el artículo Arkitektoon:

“Hacer arquitectura es proyectar el ámbito en que se registra el paso de los hombres, cuya presencia en la tierra recuerdan sólo las huellas de un hogar, las cenizas que el viento no dispersa”.

Bonito ¿verdad?

Y el COAR sin enterarse para ofrecerle un bolo.