De la visita a la Expo de Lisboa en 1998, recuerdo haberme quedado perplejo al pasar debajo de este mamotreto, pero como iba de feria no me iba a poner entonces a investigar su razón de ser. Veinte años después aún tengo menos ganas de saber (y no digamos de divulgar) quiénes han sido los profesionales de la arquitectura más meritorios en llevar a la ruina tan estimada disciplina, pero como entre sus Cascotes apareció Internet, ahora no te escapas de saber sus nombres y sus obras completas.
El caso es que no todo en Portugal iban a ser cascotes blanqueados. La postmodernidad también hizo fortuna allende Extremadura y se hermanaron con los de más acá de Extremadura en la misma postarquitectura.
En la obra de Tomás Taveira hay mucho arte e invención, y cuando no da para ello, se le da color a la mugre y carne al papel couche.
No les transcribo las sesudas interpretaciones que hacen los arquitectos de estos bloques aptos para niños porque lo mismo echaba un juramento para mayores y se lo iban a perder.
Cuando se mezcla la invención de formas con la paleta postmoderna el resultado es apto incluso para jugar al fútbol. Pero lo mismo se puede aplicar a unos bloques de viviendas.
La producción de Taveira en centros comerciales y marinas d'or portugueisas da para un post épico, pero ya saben que yo estoy de retirada y no tengo energías para descargar más de media docena de estampitas.
¿Cuántas llevo ya? ¿Siete? Pues ya me vale. Si a la ocho le quitamos el amarillo podría confundirse con un Sizacascote. Pero no vale mezclar churras con merinas. Hay cascotes y cascotes. Blancos y de colores. Para todos y todas. En España y Portugal. Juntos pero no revueltos. Amén.
Mas información en su web tomastaveira.com