viernes, 19 de octubre de 2012

229. GETAFE II. LA CIBELINA



Si vas a Getafeeee, eeh ehh (ponle música de la jota de Calatayud aunque no casen las sílabas con las notas), preguntá por la Cibelina, ehh ehh, que es una escultura tan chunga eh eh, que es una escultura tan chunga eh eh, que no te la......, pues perder, eaaaaaa.


Y si vas este domingo a Getafe a ver la Monstrua del Cine Chungo (ocasión incomparable para ir Getafe), yo me haría una foto en grupo con la Cibelina, no sea que algún monstruo alcalde del PP la quiera quitar por ser recuerdo de los jrandes años de administración socialista. Bueno, la verdad es que yo no sé quien la hizo ni quien la pagó, pero siempre me acuerdo de aquel jlorioso alcalde de Getafe que puso a Getafe en el mapa al decir que hay que ser muy tonto para votar al PP. Con tanta razón y no se hizo una foto con la Cibelina.


Yo lo primero que hice al llegar a Getafe fue preguntar por la Cibelina, porque aparte del monumento en sí, la jeta que te pone el tío al que se lo preguntas, es otro monumento en sí. Es una cara que sin decirlo, clarísimamente dice: este tío es muy chungo.


Ya antes de ir a Getafe, había estado yo coleccionando fotos de los amigos frikis de Panoramio (espero que Win Constant no haya estado nunca en Getafe) con todos los ángulos posibles de contemplación, incluso en visión nocturna y sin gafas.


Y te lo juro, nius, que no salía de mi estupesfacción. La Cibelina en sí es como un estupesfasciente de esos que te dejan colocao por mucho rato, y que te enganchan, que te dan mono. Es decir, que yo quería más, y más, y mucho más.


Y por mucho que la viera, no me cansaba de ella. Y no es que sea yo aficionado a la termodinámica pero en cuanto me apercibí de esa turboeyección de agua por la popa del carro imaginé que detrás de esa escultura se escondía un cerebro de la F1, de Red Bull o asín.


La prestancia que da la Cibelina al centro de la ciudad de Getafe, punto nuclear, kilómetro cero donde confluyen las radiaciones de todas las urbanizaciones artísticas que la circundan, y de las que en el pasado post tan sólo vimos una pequeña muestra, hace de su visita una experiencia única, pero también, una aventura de mucho riesgo.


Miradla por donde la miréis, igual da estación del año, altura del sol o estado de la floración, os convenceréis de que es un Cascote inmutable, verdadero, indefinible, fijo, sólido, audas, o en un palabra, vaya: etteeeno.


Esto es un símbolo. Un amor. Y lo demás es cuento. (O películas chungas).

Porque como os podéis imaginar, el ejemplo escultórico que da un monumento así ha causado no pocas réplicas en el resto de la población que... os contaré otro día... si... me vuelve la virilidad.