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El pasado fin de semana estuve en Santoña, pueblo que llevo en la memoria y en el corazón tal y como conté en el post PATRONATO del blog EdifciosLHD. El motivo del viaje era celebrar el cincuentenario de la fundación de aquel colegio, pero tras los emotivos encuentros del mediodía y para relajarme, me fuí a dar un paseo hasta la playa de San Martín, situada un poco más allá de la gran explanada del Patronato. ¿Relajarme digo? ¡Oh no! en estos tiempos la única forma de relajarse debe de ser la de apagar la luz.
La pequeña playa de San Martín era el típico rincón o final de paseo donde hace muchos años se hizo la salvajada de extraer piedra abriendo el hueco de una cantera. En cualquier caso, el bocado en el monte tenía como complemento una minúscula lengua de playa a sus pies, creada, supongo, por el efecto de barra de la entrada de la bahía. Un abandonado edificio de baños y restaurante vapuleado por los temporales era su única construcción hasta que... a alguien se le ocurrió que era el lugar ideal para hacer una gran promoción de apartamentos y..., como no podía ser de otro modo, el Ayuntamiento y el Urbanismo Regional Cántabro le darían su bendición. Empecemos por ubicarnos con la foto conmemorativa del día de mi visita: el Colegio a mi izquierda, la bahía a la derecha y allí al fondo...., estás tú. Y para allí que me fui ingenuo de mí.
En el paso por el "restaurado Fuerte de San Martín" ya recogí un estupendo muestrario de "ventanas de la vergüenza" de nuestra afamada arquitectura restauradora.
La evacuación de aguas, sin embargo, no se debe dar aún en las Jornadas de Rehabilitación y la fachada va volviendo a coger el viejo gris oscuro aunque a rayas.
Pasado el fuerte y ya en la cantera, se goza de la inigualable vista de la estupenda promoción de apartamentos con fachada tipo Higueras-Miró cerrada al paseo de la playa por un potente muro vegetal para proteger, claro está, la imaginable piscina interior, y que las gentes del edificio no se mezclen indebidamente con las del paseo.
Pero el Cascote de los Cascotes del paseo no eran las ventanas de la vergüenza del Fuerte de San Martín ni la promoción de apartamentos en abanico, con lo gordo que era éste, sino el remate final de una enorme virgen de hormigón con corona de encaje en hierro a la que se subía por unas aparatosas escaleras que hacían de cierre definitivo del paseo. La escala de la escultura se aprecia mejor en la foto de arriba, pero vale también la pena ver los detalles:
¡Virgen del Puerto! qué paseíto tan relajante que nos han dejado en Santoña los promotores, urbanistas, arquitectos y escultores de los últimos años. Como para volver a la fiesta lleno de energías.