En diciembre di un paseo nocturno junto a la playa de Poniente de Benidorm, y aunque recordaba que era poco más que una acera, al ver la marejada que ha montado allí el celebérrimo y prestigiosísimo arquitecto Carlos Ferrater se me atragantó la cena. A falta de fotos mías se las pido prestadas a quienes las ponen en internet:
Menuda soplapollez. Y el congo que han tenido que costar todos esos encofrados para el hormigón blanco calatraveño. Que el mar ataca a la ciudad con olas, pues la ciudad contraataca con olas de homigón. Pillo por ahí también el "conceto" de tan surblime proyecto.
Como vienen elecciones y la gente vota a quien hace más el payaso, en Gijón, donde la arquitectura de borde de playa es demencial pero el paseo era amplio y sencillo, los arquitectos y políticos han ofertado esta cosa quebrada y tortuosa para que pasear junto a la playa sea como hacerlo por un acantilado.
Lo que acaban de anunciar para Benicassim no se entiende mucho. Se ve que los políticos tenían prisa y que los arquitectos no han dado aún con el "conceto", por lo que han presentado a la prensa un dibujillo que lo mismo vale para un roto que para un descosido.
Lo único claro es la idea: lo de gastar 10 millones de euros en baldosas cruzado mágico y tablas en diagonal para que se las lleve el mar entre unas elecciones y otras.
Vuelvo al lugar del crimen de la primera imagen y pongo para acabar otra de mis fotos sobre el "parquecito de arquitecto" construido entre el gran paseo-parque de Málaga y el chirlo con cristaleras para mirar el puerto sin miedo a las salpicaduras del agua salada que veíamos arriba.
Y aquí nadie dice nada. Ale, a dar palmas y votar.