Sobre el desconcierto político y arquitectónico que se lee por aquí nada mejor que esta historia.
Santiago Calatrava (número seis del hit parade a mayor escarnio de los arquitectos españoles que no lo tragan) hizo este fotomontaje (que los periodistas llaman “proyecto”) para ver cómo le podrían quedar tres torres de 133 metros en pleno casco urbano de Oviedo. Ya sorprende en Calatrava la sencillez de líneas de las torres, aunque para consolar a sus fans, los periodistas añadían que iban a ser inclinadas (serían hacía delante o hacia atrás porque hacia izquierda o derecha parecen bien tiesas). Pero para más sorpresa, en este caso política, la historia contará que han sido los conservadores y tradicionalistas católicos los que han apoyado la idea, mientras que los progresistas y laicos se han opuesto contundentemente porque entre otras cosas, las torres estaban a un paso de la catedral (véase en la foto) a la que iba a humillar en toda regla.
El destino, que es el que rige al final estos grandes avances (o retrocesos) de la historia de la humanidad, ha querido que de momento no se hagan, y yo lo celebro mucho: y no porque no me guste que Calatrava se pase a la sencillez minimalista, o porque yo quiera también proteger la Catedral, sino porque sabiendo que los moros no entraron por tierra en Asturias hace muchos siglos, haberles puesto ahora como caramelo, no dos, sino tres torres prismáticas para tentarles a que lo hubiesen hecho por aire (como han demostrado saber), sonaba claramente a temeridad.