Me envía un lector amigo las fotos de un nuevo Cascote en Madrid y le hago hueco rápidamente, porque los Cascotes de los amigos lectores tendrán siempre preferencia aquí sobre mis ya perezosos pensamientos acerca del hundimiento de la arquitectura contemporánea.
Me informa convenientemente de que la cosa esta convulsa como las olas de un mar vertical que algún arquitecto iluminado ha creado al final de la Castellana bajo algún influjo de tipo finlandés no sólo es un Cascote en sí mismo sino que se levanta sobre los cascotes de una gran manzana de aquella última arquitectura residencial que aún se podía llamar arquitectura. Una gran operación de vivienda destinada a los americanos de la base de Torrejón de Ardoz que como por entonces estaban en guerra con Corea, los madrileños, siempre tan ingeniosos poniendo motes, la bautizaron como Barrio Corea.
Dicen que el barrio de Corea estaba muy mal por culpa de la aluminosis. De haber estado en Carabanchel y de ser verdad, ya te digo que con cuatro puntales hubiera durado cincuenta años más. Pero la enfermedad me da que es otra. Y que no ataca a las viguetas sino a los cerebros de estas cosas y a la ciudad en general.