Estoy seguro de que todos los profesores de proyectos de todas las escuelas de diseño del mundo se enfrentan cada año al arduo problema de explicar a sus alumnos que eso del minimalismo es una enfermedad que ya pasó.
Pero como las revistas de diseño insisten en seguir publicando casas e interiores de diseño minimalista, los alumnos creen que sigue de moda y que su rechazo es una manía o un mal gusto de sus profesores por lo que cada año vuelven con las mismas propuestas minimalistas a ver quién tiene razón.
Por si el argumento de las revistas fuera poco, luego te cascan el argumento de la profe de historia que les había enseñado aquello tan famoso de "menos es más".
Yo alguna vez les he argumentado que hasta que no me demuestren que ellos mismos viven o son capaces de vivir en una casa o en un interior tan minimalista como los que me presentan, no acepto el minimalismo, pero como esa prueba es difícil de llevarla a la práctica, suelen salir ganando ellos.
De nada me ha servido tampoco decirles que con el minimalismo me quieren hacer pasar gato por liebre, es decir, trabajo de diseño realizado con el mínimo trabajo; pero algunos son tan listos que se agarran a que nada hay tan caro y elaborado como el minimalismo para demostrarme lo alto que pican.
Siento haber llegado a la solución definitiva justo cuando estoy a punto de jubilarme, pero por si les sirve a alguno de mis lectores se la ofrezco gratuitamente:
La mejor solución pedagógica a un proyecto minimalista es ponerle de nota un 1 sobre 10, o todo lo más un 2. Y si el alumno protesta, contestarle: menos es más, hijo, menos es más.
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Está teniendo tanto éxito esta entrada (más de quinientas visitas en sus dos primeros días) que, sin que sirva de precedente, voy a dar un argumento serio, racional y sensato contra el minimalismo para que no crea nadie que es una cuestión de modas o de gustos. Y es que la razón dice que toda edificación, hasta la más elemental, es un organismo muy complejo que no admite soluciones formales simples. Así de fácil.