Me escribe un amable lector para felicitarme por el blog y decirme que si quiero cascotes que me dé una vuelta por el PAU Carabanchel. El caso es que ya me di esa vuelta en abril del 2011, pero acababa entonces de hacer las crónicas del PAU Vallecas y habíame quedado exhausto. De aquella excursión sólo puse en el blog aquel edificio que quitaba el hipo (
Cascotes 186) y el resto se quedó perdido entre otros miles de cascotes. Pero basta un carta que remueva mi corazoncito (así es Cascotes) para que rebusque entre zarrias de arquitectura y rinda cumplido agradecimiento a este amable lector.
Del edificio de arriba, inventor del balcón-cajita con bujero recuerdo que me horrorizó ver un reportaje fotográfico en plan fotos chulas de
un viajero por el mundo por el que en primera instancia sentí cierto aprecio. Ya digo, viajar mucho y hacer bonitas fotos son actividades tan sospechosas como ser un melómano entusiasta de la música clásica... pero bueno, a lo que vamos. Si horrorosos eran los balcones y siniestra la acera de chapas y vallas, no menos espantoso era ese patio interior con que los novísimos arquitectos habían intentado superar los bloques modernos recuperando la forma de la manzana cerrada:
La adecuación a los desniveles lo hacían más torcido y encantador.
Ahora bien, hablando de la recuperación de la calle-corredor tan denostada por los urbanistas CIAM, véase la fachada que otro artista había ideado para las casas de enfrente de la de las cajitas metálicas:
Heavy metal contra metal, a elegir.
Un poco más adelante, otro iluminado por el arte arquitectónico había resuelto la contradicción anterior entre planitud y metalización con esta cosa, que además de alquilarse, venderse y oxidarse se había decorado en aquellos gloriosos días de fiesta futbolística con una bandera nacional (al punto ya descolorida):
Pariente sin duda de aquellas chapas de las que hablamos en Vallecasctote
n 170.
Ya no recuerdo si las protuberancias al patio que vemos en esta otra foto eran del bloque anterior de fachada lisa o eran de otro, pero por la similitud en el proceso de oxidación yo diría que son del mismo. Enhorabuena pues. No me atrevo a mirarlo con google earth no sea que detrás de esas barandillas verdes haya una piscina que explique la humedad ambiente que corroe la fachada, pero algo fuerte tiene que tener.
Las artísticas celosías de estas otras viviendas podrían ser primas hermanas de aquellas otras celosías o andamios que recubrían los bloques de
Vallecascotes 173 predestinadas para el giro hacia la arquitectura verdosa de nuestros días.
El portal número 2 ofrecía algunas dudas a la interpretación de la entrada que seguro habrá disuadido a más de un ladrón.
El forrado de bambú de las viviendas del prestigioso Francisco Mangado no sólo fue pensado para disuadir a los ladrones sino incluso a los mosquitos.
Y este era el bloque que decíamos que curaba el hipo.
Aunque para originalidad la de este otro de colorines en que el número de los portales estaba en el tejado y no en la puerta.
Antes de saber que era un bloque más de viendas pensé que era un muelle de descarga de contenedores, sobre todo por el desolado aparcamiento de tierra que tenía alrededor.
No todos los arquitectos habían apostado por los colorines, la chapas, el bambú o la innovación formal. Los había también con aires de tradición expresionista en los volúmenes y minimalismo expresivo en los materiales.
En algún momento se me pasó por la cabeza que los arquitectos habrían pensado que los habitantes de Carabanchel se iban a organizar por tribus urbanas.
Y que por eso hacían los bloques de viviendas tan distintos y tan atrincherados como los chalets de los ricos.
Los que no estaban atrincherados, como el de la siguiente foto, parecían diseñados para dar miedo y no acercarse:
Hablando de tribus, este mismo podía servir ahora para los seguidores de Albert Rivera.
Y este Tribute to Siza Vieira para la tribu de las almas blancas.
Este gallito con espolón no acabé de entenderlo hasta que encontré semanas después a la recua que llevaba detrás (!!!):
Me encanta el guirigay y la adaptación de la geometría a la calle. Vivir ahí dentro tiene que tener mucho mérito.
Tampoco tiene que ser manco vivir en estas otras casas a menos que seas poli y te vaya la guerra.
Sólo de verlas se te encoge el alma, te duelen las muelas y se te para el corazón.
Y si con todo este repertorio no te ha pasado una de estas tres cosas, es que puedes vivir en PAU Carabanchel.